jueves, 13 de enero de 2011

La flecha

Tan austera como la angustia, colgando en el paladar.
12 campanadas escuchamos hace pocos días entusiasmados por una nueva etapa. Sin embargo ni el sol ni el mar ni la finura de la arena pudieron detener la fatalidad. La flecha se clavó en el corazón de uno de los tripulantes, y aquellos ojos azules de su compañera se fulminaron en cristales como toda su compostura. Abrazarla es un reto, se debe soportar ese dolor penetrable de la pérdida y el no entendimiento.
Esto es lo que pasó. Luego pasará con ella, con él, conmigo. Que la negrura del infinito lo absorba al caído en su mismísima paz y encuentre en nosotros la correcta hora de acompañarlo.